miércoles, 11 de julio de 2012

Misma hora, mismo sitio, mañana



Era miércoles, día de comer con los abuelos. Cogí mi bolso, metí mi libro dentro y salí de casa. 

Llegué a la estación de tren donde siempre cojo el tren para ir a casa de mis abuelos. Me senté en un banco delante de la vía a esperar a que llegue el tren y saqué mi libro. Empecé a leer sin darme cuenta de nada. Y entonces, mientras miraba el libro, vi en el suelo una sombra que se acercaba a mí y después paró. Se sentó a mi lado en el banco. Miré de reojo y vi que era un chico. Volví a mirar de reojo y me di cuenta de que era muy guapo, pelo negro y un poco larguillo, ojos oscuros, cejas destacadas… Estaba escuchando música y marcando el ritmo con los pies. Entonces, me mira. Me asusto por un instante y vuelvo a centrarme en mi libro. No podía resistirme a volver a mirarlo. Lo miré, y él seguía mirando el suelo y escuchando música. Me vuelve a mirar, y nuestras miradas se encuentran, no sé como habrá visto la mía, pero a mí me encantó la suya, era tan especial… Entonces se quita los cascos de las orejas y me vuelve a mirar. Veo que saca un bolígrafo y un pequeño papelito. Se pone en posición de escribir algo, pero no lo hace. Y veo que el tren llega, miro si ha escrito algo en el papelito, pero no, no ha escrito nada. Guardo el libro en mi bolso, me levanto del banco y me dirijo hacia las puertas del tren. Entro y me siento en una butaca. Pensé que ya está. Estaba mirando el suelo cuando escucho golpecitos en el cristal de la ventana. Miro por la ventana y era ese chico que me enseñaba el papelito de antes, pero esta vez con algo escrito, me acerco a leerlo y el tren empieza a moverse. Él empieza a correr a la velocidad del tren enseñándome el papelito, entonces lo pega contra el cristal para que se me vea mejor y lo leo: Misma hora, mismo sitio, mañana.



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