miércoles, 25 de diciembre de 2013



De pronto comenzamos a besarnos. Hacía mucho tiempo que no nos besábamos así, como si nuestra vida dependiera de ello. Deslizó las manos hasta mis caderas, y sus dedos fuertes y ansiosos arrugaron la tela del vestido y despejaron mis dudas. Me bastaba con eso -el calor de las palmas de sus manos en mis caderas- para que todo mi interior se agitara ferozmente.


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