Le vio a él, se vio a ella. Su vello se puso de punta. Estaban desnudos, ella tumbada encima del cuerpo de él, que también descansaba tumbado. Tenía la cabeza apoyada en su hombro, oliendo su olor mientras él acariciaba la suave piel de su espalda. Las lágrimas comenzaban caer. Tenían los ojos cerrados, y los dos creían estar tocando el cielo, tocándolo de una manera tan completa, que por un momento pensaron que les pertenecía y que jamás saldrían de allí.
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