La lluvia traía un ligero olor a ti, un ligero aroma a mí, un ligero recuerdo de un nosotros.
Llovía y el agua corría como río por la calle. Tus pies, y probablemente también tus calcetines, estaban mojados. Mirabas hacía el cielo para que las gotas de lluvia cayeran en tu rostro, de esta forma disfrutabas más el acto. Yo te veía desde lejos.
Cuando por fin estabas empapada, decidí quitarme el abrigo y colocártelo sobre tu espalda para que no te resfriaras. -¿Qué haces?- me dijiste como si hubiera hecho algo malo. -Te protejo- te respondí asustado. Me sonreíste y seguiste caminando.
Al día siguiente regresaste con mi abrigo, me lo entregaste y dijiste:
-Mi madre piensa que lo que hiciste fue muy cursi.
-¿Y?
-Que no me gusta lo cursi.
No sabes como se me vino el mundo entero al escuchar esas palabras, “¿no te gusta lo cursi? ¿no te gusta el amor? ¿no te gusto yo?” pensé. Sonreí mientras sostenía la bolsa del abrigo.
-¿Qué pasa? - me preguntaste
-Nada - respondí.
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