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martes, 29 de octubre de 2013
lunes, 28 de octubre de 2013
sábado, 26 de octubre de 2013
viernes, 25 de octubre de 2013
"Los domingos hacíamos el amor desde que nos despertábamos hasta que nos arrinconaba el hambre, entonces bajábamos a comer lo que encontráramos en la nevera, y volvíamos a subir para seguir en lo mismo, luego dormíamos o leíamos un rato y nos abrazábamos de nuevo, a veces ella quería que bailáramos y lo hacíamos cada vez más lenta y estrechamente hasta que terminábamos de nuevo en la cama. No sé, era como si el domingo realmente fuera un día bendito."
— Delirio
miércoles, 23 de octubre de 2013
Y aún camino entre ésas calles, en donde me dejaste sin respirar y con sabor a mango, frutas secas y galleta, siempre me recuesto con las sábanas ligeras y el peso de tus caricias, que cargo entre suspiros llenos de memoria, los que acompaño de café cuando te escribo en mi libreta. En todos los días de lluvia, en los soles de paseo y hasta en el frío del parecido al invierno, es donde te encuentro, te siento entre las palabras que me encontraron distraído por sonreír ante la belleza que apenas y con ver tus ojos, me buscaba letras por dentro, para bersarte entre la gente, sobre el frío, encima del calor y debajo de las noches enteras. Porque me encanta cuando me encuentras buscándote, donde me verás amándote
lunes, 21 de octubre de 2013
-Y cuando estabas en el instituto -prosiguió, como si reviviera su sueño- ,el modo en que llevabas los libros. El arco de tu espalda. Tu piel inmaculada. Te anhelaba como un animal ansía la sangre. -
Las fuerzas me abandonaban con cada palabra, con la reverberación de cada latido que parecía estrellarse contra mí. Sabía que estaba perdida si le dejaba continuar. Carecía de la fuerza sobrehumana que se necesitaba para resistirse a él.
Admiré en la penumbra la curva de su hombro, y algo en aquella forma, en el gesto que sugería, despertó en mí un amor desatado y tumultuoso. Su cuerpo olía tan bien - a leña, a hogar- que apoyé la barbilla en el hueco de su hombro y volví a cerrar los ojos. El soltó un suave gemido y se pegó aun más a mi.
Antes de quedarme dormida de nuevo, mientras mi respiración se apaciguaba lentamente hasta acompasarse con la de Sam, me cruzó por la mente una idea de una intensidad abrasadora: “no puedo vivir sin esto”.
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