-Apostaría mi vida, a que no te atreves a venir y probarlo.
Vuelve la cabeza y me mira desconcertado. Frunce el ceño confundido y yo, no puedo evitar echarme a reír. Luego, su expresión se torna molesta y más tarde curiosa. Ladea la cabeza y me mira con esos ojos cafés; atento.
-Que no me atrevo, ¿a qué?
-A demostrarme que; ni tus besos son tan arrogantes; ni tú eres tan cobarde. Enseñarme que me equivoco. Lo apuesto TODO, a que no aguantas una eternidad junto a mí.
-Yo también quiero apostar.
-¿Y qué apuestas?
-Te apuesto un beso, a que te estás muriendo por besarme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario