Capítulo 19:
Nos dirigimos hacía la moto. Cuando sé que mis
padres se han marchado ya que escucho como el coche está en marcha y se va del
aparcamiento, mi mano, la que esta cogida a Travis, empieza a temblar. Travis
me mira mientras mis ojos vuelven a humedecerse. Me abraza y justo cuando sé
que solo estamos él y yo, que estoy entre sus brazos y que puedo estar segura empiezo
a llorar. A soltar todo lo que llevaba guardado por
culpa de mi padre.
-No puedo más, Travis… - Le digo entre sollozos.
-Lo siento mucho, pequeña…
-¿Por qué? La culpable soy yo, ¿o es que no lo
entiendes?
-Mira, ______, si yo no le hubiera dicho a tu padre
que iba en moto, nada hubiese pasado. Lo mataría, le hubiese dicho de todo.
Pero es tu padre y es el que ha hecho que existas.
-Ahora me da igual.
-¿El qué?
-Existir.
-¿Te da igual existir?
-Sí, me gustaría morirme ahora mismo.
Lo digo tan seria y tan enrabiada con mi padre de
que me olvido de que Travis está ahí apoyándome, conmigo, a mi lado. Al pensar
en eso y al mirarlo a los ojos, empiezo de nuevo a llorar. Volviéndolo a
abrazar.
-Lo siento de veras… Soy una idiota.
-No lo eres. Eres una de las personas más
importantes para mí y no sé qué haría sin ti ______, no quiero que te vayas a
Madrid.
-Yo tampoco quiero irme y no voy a irme.
-Tus padres… - No le dejo acabar.
-Mis padres que digan misa. Yo quiero estar
contigo.
-Y yo amor, y yo…
Vuelvo a cogerle de la mano y vamos caminando el
poco camino que falta para llegar a la moto. Al llegar, él se apoya en ella y
me rodea con sus brazos.
-Te quiero muchísimo pequeña…
-Yo más, no sabes cuánto.
-Más que yo, no, eso es seguro.
-Pero si me obligan a irme a Madrid…
-No sigas, por favor.
Lo miro bien. Tiene los ojos llorosos, yo también.
Lo abrazo, de nuevo. Me gusta estar entre sus brazos, me siento querida.
-Intento no pensar en lo lejos que estas, el amor
que siento no lo puedo controlar… - Empieza a cantar él la canción de “Quédate
conmigo”, de nuevo.
-Te extraño tanto que mi corazón va a estallar,
vuelve ya, por favor, no me hagas esperar… - Le sigo yo, cantando. Mientras las
lágrimas dejan que mi cara se humedezca.
-Te doy la luz de mis ojos para que me puedas ver y
no sufras mas por mi, siento tu olor, me estremece el corazón, no te vayas por
favor… - Cantamos de nuevo los dos, siguiendo la canción.
Pero no puedo seguir cantando porque rompo a llorar
desconsoladamente, de nuevo, abrazándome a él. Él me estrecha entre sus brazos
suavemente.
-Ya está, pequeña…
-No soporto el pensar que no puedo estar contigo…
-No llores más… - Me dice levantándome la cabeza
que tengo escondida en su hombro, cogiendo suavemente mi barbilla, haciendo que
lo mire. – Te quiero ______…
-Yo también te quiero, mucho. Pero no quiero irme,
cuando por fin tengo a alguien que de verdad me quiere, debo irme. No es justo.
-Ya lo sé que no es justo, pero tus padres son los
que, hasta que seas mayor de edad, te controlan y vigilan. Y me duele muchísimo
tener que decirte esto ________, pero… Debes hacer lo que te digan. Debes irte a
Madrid.
-No. Lo seguiré negando. Sé que lo dices para que
mi padre no se vuelva a enfadar… Pero a mi padre no le pienso a hablar en la vida.
Lo que me ha hecho no tiene perdón alguno.
-Y entonces, ¿quieres quedarte conmigo?
-¿Lo dudas?
-No, lo sé.
-Creído.
-No, amor. Creído no, guapo sí.
-Las dos cosas mejor. – Digo formando una sonrisa.
-Ah, ¿lo de guapo también? ¡Lo sabía!
-Vale, ¡eres un creído cariño! – Le digo riendo.
Él también ríe. Hace un momento llorábamos y ahora
reímos… Somos de lo que no hay. Es el mejor, no hay comparación. No sé qué
haría sin él, mejor dicho: no sé qué haré sin él si debo irme a Madrid.
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