miércoles, 9 de mayo de 2012

Las notas negras del piano




-¡Perdona! Discúlpame, no veía nada con el montón de libros... - Dijo ese desconocido ayudándome a levantarme.
-No te preocupes, estoy bien.- Dije yo esbozando una sonrisa para dejarlo tranquilo. 
-Uff. Aquí tienes tus libros. - Decía mientras me daba mis libros recogidos del suelo.
-Gracias. 

Entonces le mire. Antes sólo lo había visto, ahora lo mire.

-Bueno, encantado de... chocar contigo.- Dijo riéndose.
-Jajaja, igualmente.
-Emm... Adiós.

Ese desconocido era simpatiquísimo. Y... ¿Ya esta? Se choca conmigo en medio de la biblioteca, me tira al suelo, recoge mis libros y me los da y... ¿se va? Que tonta que soy, tampoco sería normal que me besase, a sido un encuentro con un chico simpático y ya esta.

-Adiós.- Dije decepcionada.

Apreté los libros contra mi pecho y empecé a caminar hacia la dirección opuesta de la que el desconocido iba.

-¡Eh! ¡Espera!- Escuche de repente.

¿Era a mi a quién gritaban? ¿Pero quién debe ser? Me giré.
Sí, era él que venía corriendo hacia mí. ¿Pero porqué me ilusioné tanto? Pero si ni tan solo se como se llama.

-¿Que pasa?
-Nada... Bueno sí, me gustas.

¿Como? Si no nos conocemos de nada. ¿como le puedo gustar? ¡Y que directo!

-¿Que has dicho? - Dije arqueando las cejas.
-Ya se que suena muy raro, pero no te asustes. Soy científico, y quiero hacer un experimento. Te explico y me dices si puedes colaborar en el experimento.
-A ver.
-Mi objetivo es comprobar si dos personas completamente desconocidas pueden pasar un día juntas, un día maravilloso, inolvidable e improvisado, sin planificar y antes de las doce de la noche separarse cada uno por un camino y no volver a verse nunca. - Dijo sin parar de sonreír.

-No estoy segura. ¿Es seguro el experimento? Me refiero a los daños físicos, como al corazón.
-No hace falta que sepas nada de la otra persona, ni su nombre, ni su edad, nada. Sólo pasaras un divertido día y ya esta.
-Pues... No lo se, no me convence del todo... ¡Acepto!
-¡Bien! - Gritó él ilusionado.

Se me quedó mirando unos segundos con una mirada muy dulce y me cogió de la mano.

-Primero iremos a donde tú quieras, y luego me tendrás que obedecer a mí. ¿Vale?
-De acuerdo. Em... ¡Ya sé! - Dije después de pensármelo unos segundos. - Hay una calle, no vive mucha gente por ahí, pero yo paso a veces. Veras, hay una casa con un jardín muy grande en el cual hay plantado un árbol de melocotones que sale de la casa y cualquier persona que pase puede tocarlo sin dificultad. Pues yo, al pasar por ahí, arranco un melocotón de él.
-Vale. Me encantan los melocotones, pero ¿que quieres hacer?- Dijo arqueando las cejas.
-Primero vamos a allí y te lo explico.
-Vale

Salimos de la biblioteca y nos dirigimos hacia la esa calle.

-Aquí esta.
-Que buena pinta tienes los melocotones. - Decía mientras alargaba el brazo para coger uno.
-¡No! ¡Quieto! ¡No lo cojas! - Grité desesperada.
-¡Señor, sí señor! - Dijo aguantándose la risa.
-¡No me vaciles! Es que me olvidé de decirte algo: que los melocotones los tendrás que coger con tu boca y las manos atadas a la espalda.
-Eso es muy difícil. Apuesto lo que quieras a que tu tampoco podrías hacerlo.
-¿Que no? Mira y aprende... o solo mira.- Dije antes de soltar una carcajada.

Me cogí las manos en la espalda, me puse de puntitas señalando el árbol con la boca, entonces abrí la boca y mordí uno de los melocotones arrancándolo con fuerza.
-Voila, se finit.- Dije con la boca llena después de darle un mordisco al melocotón.
-Eso no vale. ¡Tu ya tienes practica en eso!- Dijo indignado.
-Venga, te toca.

Se escondió las manos detrás de su espalda y se acercó al árbol. A él no le hacía ponerse de puntitas, pues era un poco más alto que yo y llegaba justo.                                                                   No me lo podía creer. ¡Había agarrado el melocotón a la primera!
-Seguro que tú también practicabas en secreto, no puede ser que lo hayas hecho a la primera. - Dije con cara de niña pequeña.
-Yo tengo un argumento con mas sentido: la suerte del principiante.
-Ya lo sé. ¿Lo dudabas?
-¡Seras...!
-Seré... ¿que? ¡Si no me conoces ni de 2 horas!
-Vale, te doy la razón. Ahora elijo yo adonde vamos.
-Vale.
-¡Venga, sígueme!- Dijo empezando a correr de mi mano.
-Espera espera espera, ¿a donde? O es que sera una sorpresa.- Dije soltándome de su mano y parándome.
-Tu tampoco me dijiste a donde íbamos.
-Pero te di una pista. - Dije cruzándome de brazos.
-Así que quieres pistas. Vale. Una pista: utilizaremos los dedos. - Dijo tan tranquilo.

<Silencio>

-¡Que malpensada!- Dijo poniéndose la mano en la frete.
-¡Tu también has pensado mal!
-¡Pero no insinuaba eso!
-¿No? ¿Y que insinuabas?
-Que íbamos a... -Dijo antes de reaccionar. - Muy lista, pero no te lo diré.
-Jo. Ya te vale. Pero venga, que estoy con intriga.

Primero empezamos a caminar hablando de cosas sin mucha importancia, pero, obviamente, nos quedamos sin conversación. Tres segundos después de quedarnos sin conversación, nos cogimos de la mano y caminamos sin parar de sonreír. 
Después de dar unos pasos sin que yo supiera a donde íbamos, pasamos por delante de una tienda de música. Primero veía guitarras colgadas una tras otra, luego violines y baterías que me extrañó que estuviesen tan juntos ya que son de una familia diferente cada instrumento. Y, por último, me fijé en un piano de cola de color blanco, precioso.
-Hola, despierta.- Oí de repente. El chico pasaba su mano por delante de mis ojos.
-Si, perdona, ¿me has dicho algo? - Dije enfocándole con la mirada.
-Nada, solo que te quedaste embobada mirando aquel piano. ¿Te gusta?
-No, no... Bueno... Vale si, me gusta escuchar melodías en piano. Y siempre he querido aprender a tocarlo.
-¿Que te parece si lo tocas sin aprender?- Dijo mientras se acariciaba la barbilla.
-No se lo que quieres decir.
-Pues que cambio de planes. - Dijo soltando su barbilla.
-Y ahora estoy aún mas confusa.

Me cogió la mano y me obligó a correr tras suya. 

-Aquí esta. - Dijo después de parar en frente de un edificio.
-¿Aquí no es donde montan fiestas para después de las bodas?
-Sí, aquí es. No te preocupes que no he planificado nada de bodas.
-Me alivias.
-Venga, tenemos que subir a la sexta planta sin que nadie nos vea.-Dijo mientras empezaba a caminar hacia la puerta principal.
-¿Que? No, no me quiero meter en líos. - Dije frenando de repente.
-Estas conmigo, no te meterás en ningún lío.
-¿Pero para que quieres subir hasta la sexta planta?
-Confía en mi. Ya se que nos conocemos de hace muy poco, casi nada, pero tu confía en mi y déjate llevar.
-Vale, a ver que te tramas. - Dije después de resoplar.

Entramos a ese edificio y, sin mirar a nadie a los ojos, caminamos por el vestíbulo hacia el ascensor y subimos hacia la sexta planta. Yo solo caminaba detrás de él. Entonces entró en una habitación de ahí. 
-¡Vaya! Es precioso.- Dije después de ver un piano en medio de esa habitación.
-Ven. - Dijo después de sentarse en el sillón del piano.

Me acerqué a él. Entonces me hizo un gesto para que me sentara. Por algo tenía buenas sensaciones y me senté encima de su regazo. Me cogió las dos manos por detrás y las colocó encima de las teclas del piano que en aquel momento me fijé en que era un piano Yamaha, de los típicos. Cuando me soltó las manos, no las aguanté y las dejé ir. Sonaron unas notas y un cosquilleo me paseo el cuerpo. Él posó sus manos encima de las mías.
-Déjate llevar. No domines las teclas, que las teclas te dominen a ti. - Me susurró en en oído.

Colocó su dedo pulgar con el mío, su dedo indice con el mío, su dedo medio con el mío, su dedo anular con el mío, y por último, muy suavemente, colocó su meñique sobre el mío. Y empezó a tocar, las teclas y mis dedos a la vez. Sonaba tan bien que me obligó a cerrar los ojos y no ver nada, solo sentir.

-Me gusta como suenan las teclas agudas, las negras. - Susurré.

Entonces paró de tocar, ya no sonaba nada mas, solo nuestras respiraciones. Me levanté de encima de él y di un paso. Él me cogió de la muñeca y me estiró hacia él. 

<Beso dulce>

-Ya esta. Un día maravilloso junto a una mujer maravillosa. -Dijo soltándome la mano.
-¿Y ahora que? - Dije extrañada.
-Pues nada, cada uno por su camino. Lo hemos pasado bien. - Dijo antes de levantarse y caminar hacia la puerta.
-Oh no. - Dije yo con un aire triste.
-¿Qué pasa?
-Que ahora tendré que ver como sales de esa puerta y desapareces. Me quedara como un triste recuerdo.
-No te preocupes. Cierra los ojos.

Antes de cerrar los ojos lo mire fijamente. Los cerré, y al cabo de ocho segundos los abrí. Nada. Nadie. Se ha ido para siempre.

<A las dos semanas>

El móvil empezó a sonar. Miré el numero, pero no lo reconocí. ¿Quién debe de ser?
-¿Diga? - Dije interrogativa.
-Conocerte no fue algo bueno, fue lo mejor que me pudo haber pasado en la vida. Aún recuerdo el sabor de aquel beso del cual fue testigo un piano. No soy científico, pero he comprobado que... Mira, no me enrollaré: No puedo estar sin ti...




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